lunes, 9 de agosto de 2010

Prólogo del Libro Ética Periodística de Alfredo Vignolo M.

Por Alfonso Grados Bertorini

Desde las primeras frases aparece el Alfredo Vignolo Maldonado integral que al cabo de haberlo leído y releído resulta haciendo del autor el arquetipo en que quisiéramos ver representado a cada ser humano en su quehacer de cada momento para que deje de haber conflicto entre el ejercicio de la Libertad y la búsqueda de la Verdad.
Así lo ha venido inculcando el maestro a sus alumnos y exhortándolo a sus colegas, a lo largo de más de la mitad final del Siglo XX y continúa haciéndolo en el que ya vivimos. Y así también son sus escritos, en los textos y en la prensa, con la penetrante convicción que trata de llegar a la hondura del interlocutor, sin la intromisión impositiva del dogmático; aunque no recate el fuego que brota de su integridad moral para denunciar la grosera violencia del despotismo; la soberbia impudicia de los cínicos, la taimada astucia de los fariseos; y, en fin, la impávida desvergüenza de los corruptos.
La precisión de la identificación de lo que dice que debiera ser con lo que él mismo es y hace bastaría esta piedra angular de la “integralidad” de su pensamiento con su prédica magisterial y su trayectoria profesional: de la página primera de esta obra que siendo un tratado eminente sobre los fundamentos del ejercicio periodístico, es también la versión de sí mismo que hace el periodista cuya vida es ejemplo de lo que define como: ......”capacidad propia del albedrío para reflexionar y elegir libremente entre lo bueno y lo malo del actuar personal en relación con uno mismo y con el prójimo; este último, a quien a veces se ignora, se desprecia y se ofende”.
Resulta obvio que las referencias al deber profesional, respecto a los demás son proclamadas casi como una rutina de compromiso profesional. Lo que no es usual es que, en primer término, se asuma tal obligación moral «con uno mismo», para, a renglón seguido, reafirmarlo categóricamente:
“Moral como signo externo de nivel cultural; también como orden y respeto a lo debido, para lo que debe ser así y no de otra forma; como garantía de certeza en el obrar; como recapacitación sistemática y habitual acerca del profundo y real sentido de la vida y del papel que nos corresponde cumplir. Y Ética como concepción coherente del quehacer ocupacional inmerso en la cotidianidad. Algunos lo llaman Moral Profesional”.
Es natural, entonces, que un hombre compenetrado con los principios que desarrolla en la vasta erudición que constituye el contenido de esta obra, asume el deber de expresarlos en el Código de Ética Periodística que ha merecido el reconocimiento y comprometido la adhesión de las instituciones gremiales que lo entienden como la norma autoasumida para garantizar a la sociedad que la Libertad es un derecho para todos: para quienes lo ejercitan con conciencia de que es indesligable a los que asisten a los otros; y, en consecuencia, sostener sin la soberbia de quienes se asignan fueros de privilegio, la razonabilidad de la confianza social en su ejercicio ético.
La “Ética Periodística” de Alfredo Vignolo sobrepasa la visión circunscrita a una Libertad de comunicación social para informar de la Verdad o difundir la consistencia de los antecedentes, comprobaciones o fundamentos de su aserto.
Me atrevería a decir que es un Código de Vida; macerado a lo largo de una experiencia de periodista y de maestro que puede exhibir la identificación entre Libertad y Verdad en un concepto que cada quien reclama para sí, pero que muy pocos no tendrán que reclamarlo porque ya les fue conferido: Dignidad.
Honrados por su ejemplo, deberíamos los periodistas proponernos que se instituya, con su nombre, una distinción de honor, “A la Dignidad Periodística”, a quienes hayan demostrado merecerlo

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